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jueves, 8 de abril de 2010

Una dieta balanceada.


Normalmente en invierno, las ciudades se llenan de carritos de sopaipillas. Todos sabemos del escaso aporte nutritivo de éstas, sin embargo es grito y plata, la gente las consume por dos simples razones, son baratas y llenadoras.  Lo que sucede es que comprarse una ensalada macrobiotica es bastante caro y para colmo de males, al terminar de comerla la sensación de saciedad dura solo unos pocos minutos.
Haciendo la analogía al cine, una película artística sería una ensalada macrobiótica y una película de acción de bajo presupuesto como “Toro Loco” sería la más rancia de las sopaipillas callejeras. La gran diferencia es que en Chile, hay ensaladas de sobra y nos faltan sopaipillas. ..respecto al cine, claro.
Al parecer existe una rara enfermedad en el cineasta nacional, una especie de intoxicación alimenticia colectiva, probablemente fruto de algún contaminante en el agua de las escuelas de cine, en las que todo realizador recién salido de la escuela, pretende hacer una obra maestra rebosante de calidad artística y con la complejidad suficiente como para que solo un selecto grupo de elegidos tenga el placer de comprender. Ninguno se atreve a hacer cine comercial. ¿Qué hay de detestable en querer que las salas de cine rebosen de gente para ver tu película?.  O peor aún, ¿Qué de malo hay en querer que la gente que vea tú película se entretenga? Sin necesidad de que aprenda una lección moral o que descubra el significado de la vida, sino que simplemente pierda 90 minutos de su vida en ver una película solamente por el placer que ese acto produzca. 
 

 La gran excusa que todos esgrimen es que hacer cine comercial es muy caro, pues acá está la bofetada en la cara a ese argumento, con mucho menor presupuesto que cualquiera de las ensaladas artísticas hechas este último tiempo, se puede hace runa película entretenida, divertida, insultante, irreal y alienante. Una película que permita abstraerse por 90 minutos aproximadamente del hecho que tu casa este con grietas o que no haya agua en el sector donde vives o que el colegio de tus hijos se cayó por el terremoto. ¿No es ese el fin del cine acaso?. Cuando los hermanos Lumiere crearon el cinematógrafo no pensaron en los elevados contenidos socio culturales que podían proyectar, ellos simplemente vieron un negocio que consistía en presentar un espectáculo. Por suerte para todos nosotros, existe una cosas llamada libre albedrío y quienes deseen llenarse el estómago de sopaipillas tóxicas pueden pasar por su carrito fritanguero más cercano y para quienes quieran perder 90 minutos de su vida viendo balaceras, frases clichés, sangre a chorros y todas esas linduras, existe “Toro Loco”
Total, una sopaipilla de vez en cuando no ha matado a nadie…todavía.
Rodrigo Muñoz Cazaux.

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